La amistad tiene extraños mecanismos.
El domingo, despuès de la pelìcula, fuimos a un lugar donde venden pizzas. Eramos la Paula y yo. La Paula es un amiga que conozco por lo menos hace tres años. Despuès de coquetearnos bastante y salir un tiempo no muy largo, las cosas sucedieron de forma que ahora somos amigos. Sòlo amigos, con lo que yo llamo "tensiones sexuales" solucionadas.
En el cine, ella estrenò una pistola de agua que le regalè para Navidad y nos reìmos bastante. En la pizzerìa nos sentamos con hambre, nos trajeron la carta y nos dieron mucho -mucho- tiempo para elegir. La verdad es que el lugar estaba lleno. La Paula, en un momento, cuando la chica que atendìa pasò sòlo a una mesa de distancia, le gritò algo tipo "ehh, ehh, ehh", para que se acercara. La chica respondiò con algùn gesto que yo no vi, porque ella estaba detràs mìo. Cinco minutos despuès llegò hasta nuestra mesa.
-Hola, ¿què tienen ganas de pedir?
-Si yo te pido que te acerques, hay maneras y maneras de responer -le dijo la Paula.
-La pizzerìa està bastante llena y sòlo te dije que esperaras un poco -dijo la chica.
-Paula, lo que dijiste sonò muy pesado -interrumpì.
-Mira -siguiò la Paula hablando con la chica, sin hacerme caso-, yo tambièn he trabajado de mesera y sè còmo es. Perdona, pero a mì no me vas a responder de esa manera.
-Si te molesta tanto, puedo decirle a otra persona que venga a atender -terminò la chica y se fuè.
Despuès de mi comentario, observè la situaciòn sin entender nada. Como dos autos que chocan, de la nada se habìa desatado la mala onda. Le preguntè a la Paula què pasaba. Me dijo que al responder su llamada, poco faltò para que la mesera la mandara a la cresta.
-La puse en su lugar.
-¿No habràs sobrerreaccionado un poco? -le preguntè.
-No, la puse en su lugar.
-Creo que se te pasò la mano. Por eso te dije que no fueras pesada.
-No debiste decirme eso. Me desautorizaste delante de ella.
-Pensè que no habìas medido lo dicho. Pensè que te habìas equivocado.
-No. Lo sabìa muy bien. Si me conocieras, sabrìas que nunca digo una pesadez sin una razòn muy clara.
-¡Ahora me estàs diciendo que no te conozco! -le dije.
-Parece que no.
-Sentì que era cierto. Nunca habìa visto a la Paula tan enojada.
Nos quedamos callados bastante rato, yo mirando hacia los lados y ella tambièn. En un momento ella mirò hacia abajo y tuve la sensaciòn de ver sus labios moverse, pero no estaba seguro. Rato despuès, la pizza todavìa no llegaba. Entonces ella me dijo algo que sòlo la Paula dirìa:
-Estuve rezando harto para que se me pasara la rabia.
Me reì, me sentì aliviado y le dije:
-Si estuvièramos pololeando, te darìa un beso.
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14 years ago

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